15/10/06
La esperanza de que el alivio fuera la sensación predominante en su cabeza cuando todo acabó fue tan sólo un espejismo. En el mismo momento en que la vio alejarse, el Sr. Recuerdo (familiar lejano al que no veía desde hacía por lo menos nueve años) dio dos leves golpecitos con los nudillos en su puerta y con una malévola sonrisa espetó:
-Vengo para quedarme.
Así de sencillo.
Desde ese día ya nada fue igual, ningún color tuvo la misma luz, ninguna sonrisa la misma franqueza. Todas aquellas noches en que el Sr. Recuerdo no cejaba de enumerar batallitas de mejores épocas fue minando su moral hasta tal punto, que sus ansias de descubrimiento y sus sueños de felicidad se doblaron como una gimnasta de once años.
Finalmente, decidió unirse a su enemigo y convivir con el tormento de su compañía. Mejor eso que echarle a la calle, -pensó-, mucho mejor su lealtad que la insidiosa inquilina suplente, la Sra. Soledad. Fernando SoYoung, 2003 (foto: Barbara Morgan, 1940)
-Vengo para quedarme.
Así de sencillo.
Desde ese día ya nada fue igual, ningún color tuvo la misma luz, ninguna sonrisa la misma franqueza. Todas aquellas noches en que el Sr. Recuerdo no cejaba de enumerar batallitas de mejores épocas fue minando su moral hasta tal punto, que sus ansias de descubrimiento y sus sueños de felicidad se doblaron como una gimnasta de once años.
Finalmente, decidió unirse a su enemigo y convivir con el tormento de su compañía. Mejor eso que echarle a la calle, -pensó-, mucho mejor su lealtad que la insidiosa inquilina suplente, la Sra. Soledad. Fernando SoYoung, 2003 (foto: Barbara Morgan, 1940)
1 comentario
Este texto me encantó cuando lo leí en su momento, y me pareció demoledor en el sentido de que te remueve bastante. Y ahora he tenido de nuevo la misma sensación...
Muy bueno.
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