5/1/07
Como en toda adicción, el individuo se caracteriza por su dependencia enfermiza de una sustancia. En esta ocasión es fracasar a cualquier precio. La sensación de alivio es proporcional al mayor número de fracasos. Obtenemos pues un ser transgresor, de moral inexistente, inagotable ante cualquier reto, desconocedor del lenguaje del castigo, decepción o reprimenda ante un resultado adverso. No hay gato escaldado, ni agua fría, ni huida. Sólo encontraremos un ente vitalista, que partiendo de la situación más desesperante y lamentable a los ojos de una sociedad basada en el triunfo y únicamente caritativa con los ganadores (espejos donde se refleja a cualquier persona para indicarle a quién debe emular ), acaba convertido en alguien temido y respetado, intocable y divino. Cualquier acto en su contra incrementa la pureza de su dosis, y su esfuerzo por atacar siempre es nulo, y en el caso de que exista es inconsciente. Es un jugador perdedor nato de resistencia ilimitada. Es un adicto al fracaso. Simón Zico, 2001
1 comentario
Claro, es que alguien que quiere perder está por encima de todos los anhelos y sueños marranos de los demás. Está más allá de presiones sociales. Está más allá.
Y cuando ningún reto es lo bastante excitante para sacarle del letargo y la gente le grita, sonríe satisfecho, porque ha conseguido un nuevo fracaso social. Es genial. Es Zen.
Publica un comentario