15/2/10
A los consumidores compulsivos de música nos invade una profunda desazón cuando nuestro poder adquisitivo no nos permite conseguir todas las maravillas que hay -normalmente escondidas- en el mercado esperando a ser paladeadas. En este caso una de las soluciones es volver de nuevo la cara al vinilo, campo en donde la capacidad de sorpresa y el halo nostálgico van de la mano estrechamente. Ante la expectativa de descubrir a un grupo que apenas conoces o irte a casa de nuevo con las manos vacías, no hay duda: a la piscina. Y a la piscina me tiré con una banda de Irlanda del Norte llamada Catchers, de los que mi única referencia era media canción grabada de la radio hacía año y medio. Ahora de lo que me arrepiento es de no haberlo adquirido antes y del tiempo que he estado privado de escucharlos. Magnéticos, sensibles y otoñales, los Catchers engrosan la lista de grupos que pasan de puntillas por los pasillos del éxito, a pesar de haber teloneado a bandas como Pulp u Oasis. “Cotton Dress”, “Apathy”, “Shifting” y “La Luna” son, de cualquier forma, brillantes postales de color pastel y emoción incontenida, con excelsas melodías tejidas con maestría por el joven compositor Dale Grundle y secundadas por las celestiales cuerdas vocales de Alice Lemon. Este cuarteto merece un hueco en el mundo de la música, aunque éste no llegue a ser tan grande como el que abren en el corazón de todo aquél que haya escuchado este primer álbum, “Mute” (Setanta, 1994). x Gabi Lombardo (So Young #11, abril 1997)
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