17/10/10
Estuvimos viendo a Leo Bassi el jueves en el Circo Insecto, rodeados de un público no demasiado infantil pero sí inquieto y entregado al bufón grosero llegado del mundo de los mundos. Malabarismos, calcetines en la boca y un plato lleno de espuma de afeitar le hacían encajar bien en el programa de el Festival de Payasos, pero su aplastante puesta en escena, sus bailes rotundos y su llamada al “grito atávico y primigenio”, dejaban con la boca abierta a niños de 6 años, que se oían llamar anarquistas tal vez por primera vez en sus vidas.
El espectáculo era un preludio de lo que íbamos a contemplar la noche siguiente en la Plaza de San Bruno, justico al lado del Palacio Arzobispal, dónde algún residente sentiría aporrear sus felices sueños con carcajadas de pesadilla.
Ves “Utopía” y piensas cómo en tiempo tan escaso se da tal repaso a la humanidad desde todos los frentes, con la voz y la visión de un hombre emocionado con su trabajo y decepcionado con la realidad. Leo se ríe de todo y de él mismo y le da un corte de mangas a quien sea. Tirados por el suelo de la plaza, nos partíamos de risa y nos mirábamos con complicidad. Nada nuevo nos mostraba pero necesitábamos verlo así, con mala leche enrojecida.
Desde el origen de la crisis internacional, la corrupción valenciana, los campos de golf y la persecución a Garzón, los “culo stretto” de la 5ª fila y el libro de Aznar sacudido por los testículos danzantes de Bassi, hasta el primer payaso nacido hace 70.000 años, el bufón grosero se aferra más que nunca a la idea de la utopía y se enfunda el traje del Payaso Blanco, se maquilla y reclama lo que pueda quedarnos de inocencia lanzando patitos de goma por encima de nuestras cabezas.
Y en mitad de todo ello, cuando el asunto se ponía tierno, rememorando a su abuelo payaso en la 1ª Guerra Mundial, de repente el sonido desapareció, y tal y como Leo advirtió y el técnico de sonido corroboró así fue: boicot de la extrema derecha, como viene siendo habitual en los últimos meses. Pero el espectáculo continuó, con 6 generaciones de Bassi, atravesando el tiempo, el espacio y la canallesca política. x Asun No
El espectáculo era un preludio de lo que íbamos a contemplar la noche siguiente en la Plaza de San Bruno, justico al lado del Palacio Arzobispal, dónde algún residente sentiría aporrear sus felices sueños con carcajadas de pesadilla.
Ves “Utopía” y piensas cómo en tiempo tan escaso se da tal repaso a la humanidad desde todos los frentes, con la voz y la visión de un hombre emocionado con su trabajo y decepcionado con la realidad. Leo se ríe de todo y de él mismo y le da un corte de mangas a quien sea. Tirados por el suelo de la plaza, nos partíamos de risa y nos mirábamos con complicidad. Nada nuevo nos mostraba pero necesitábamos verlo así, con mala leche enrojecida.
Desde el origen de la crisis internacional, la corrupción valenciana, los campos de golf y la persecución a Garzón, los “culo stretto” de la 5ª fila y el libro de Aznar sacudido por los testículos danzantes de Bassi, hasta el primer payaso nacido hace 70.000 años, el bufón grosero se aferra más que nunca a la idea de la utopía y se enfunda el traje del Payaso Blanco, se maquilla y reclama lo que pueda quedarnos de inocencia lanzando patitos de goma por encima de nuestras cabezas.
Y en mitad de todo ello, cuando el asunto se ponía tierno, rememorando a su abuelo payaso en la 1ª Guerra Mundial, de repente el sonido desapareció, y tal y como Leo advirtió y el técnico de sonido corroboró así fue: boicot de la extrema derecha, como viene siendo habitual en los últimos meses. Pero el espectáculo continuó, con 6 generaciones de Bassi, atravesando el tiempo, el espacio y la canallesca política. x Asun No
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