4/11/11
"El mapa y el territorio", de Michel Houellebecq.
Anagrama, 2011.
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"Jed se dijo que incluso en estas condiciones cabía esperar que los hosteleros les dispensaran una acogida privilegiada: joven pareja urbana sin niños, estéticamente muy decorativa, aún en la primera fase de su amor, y por ello dispuesta a maravillarse por todo, con la esperanza de acumular una reserva de hermosos recuerdos que les servirían a la hora de afrontar los años difíciles, que hasta quizá les permitiera superar una crisis de pareja: para cualquier profesional de la restauración y hostelería representaban el arquetipo de los clientes ideales".
"En medio del derrumbamiento físico generalizado en que se resume la vejez, la voz y la mirada aportan el testimonio dolorosamente irrecusable de la persistencia del carácter, las aspiraciones,
los deseos, de todo lo que constituye una personalidad humana".
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"El crimen, le dijo a su marido, le parecía un acto profundamente humano, vinculado, por supuesto, con las zonas más sombrías de lo humano, pero humano al fin y al cabo. El arte, por poner otro ejemplo, estaba relacionado con todo: con las zonas sombrías, con las luminosas, con las intermedias. La economía no estaba ligada con nada, sólo con lo más maquinal, previsible y mecánico que había en el ser humano".
"De esta manera indirecta, atando cabos en cierto modo, tuvo conciencia de que acababa de cumplir sesenta años. Era asombroso: no tenía conciencia de haber envejecido hasta ese punto. Uno se percata de que envejece a través y por conducto de las relaciones con el prójimo; uno mismo tiene tendencia a verse bajo la especie de la eternidad".
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