The Triffids El arca del fanzinefable

21/3/16

Caliente devoción
Publicado en So Young, mayo de 1999

Lo que iba a ser un artículo retrospectivo, entregado, completo y merecido de una de las bandas con más talento y a la vez (de nuevo, ¿cómo es posible?) más poco valoradas -por el mercado- de la década de los ochenta, se ha venido abajo por la inesperada muerte -accidente de tráfico, otra vez- de su máxima figura, David McComb, el 2 de febrero de este año (había nacido el 17 del mismo mes de 1962), con toda la consiguiente parafernalia de artículos, reportajes y declaraciones de admiración que cuando alguien desaparece nacen por doquier. Así que para repasar al detalle la obra de estos australianos de Perth os remitimos a cualquier revista inquieta del ramo musical, y estas líneas pasan a convertirse sólo en un pequeño homenaje-recordatorio al gran compositor que guio la mágica y traumática carrera de este grupo.

Conocí a The Triffids -como a la mayoría de las bandas que comenzaron a principios de los 80- tardíamente, con una canción, “Goodbye Little Boy”, que lógicamente para mí siempre será emblemática del grupo, aunque "los expertos" la denosten a ella y al disco en que se hallaba (“The Black Swan”, 1989). Luego descubrí que sus mejores discos eran “Born Sandy Devotional” (86) y “Calenture” (87), me hice con este último y allí descubrí todo un complejo y apasionado paisaje de pop melodramático y brillante, sensual, lírico, de lánguida belleza, como de corazones estallando.

El grupo lo formaban, además de David McComb, su hermano Robert, Martin Casey, Phil Kakulas, Jill Birt y Alsy McDonald, más la entrada posterior de “Evil” Graham Lee. Primero habían llegado “Treeless Plain” (83) y “Raining Pleasure” (84), y después el recopilatorio “Australian Melodrama” (94).

McComb ya no está, pero su tremenda voz seguirá enamorando a través del vinilo, recordándonos que hubo un grupo maldito y maravilloso en Australia que el negocio se zampó sin remilgos, que The Go-Betweens no estuvieron solos, que los sentimientos de soledad y vacío se podían aliar a un sonido épico y sonar convincentes, que la vida es injusta y que The Triffids, ahora sí, ya no volverán a reunirse.

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