Mis diez mejores películas del siglo XXI (1/2)

10/2/18

Mis diez mejores películas del siglo XXI (1/2), x Sergio Casado

En 1987 se estrenaba la última película de John Huston, "Dublineses" (“The dead”). Huston era uno de esos pioneros que habían conocido el paso del mudo al sonoro, que trabajaron en la época dorada de Hollywood, que vieron cómo ese paraíso languidecía y cómo las salas de cine encontraban un terrible competidor en la era de la televisión. Ese mundo que se desvanecía, enterrado en la nieve perpetua, en tumbas de piedra, era el de los antiguos cineastas.

En 1989, veía "El club de los poetas muertos", y la película parecía infinita, romántico sueño adolescente, con la muerte, como siempre en el cine, haciéndose inesperadamente presente. Otra película sobre el viaje al territorio de lo muerto, "The Abyss", revelaba una criatura digital submarina, inaudita, prólogo a los parques jurásicos de los noventa y los avatares del próximo siglo XXI. Era el cine digital, la nueva frontera, resurrección del cine que siempre sigue a su muerte; el peligro era alejar al cineasta de su propia humanidad (sí, todavía un poco más). Pero el cine no podía detenerse. La vida digital estaba llegando y también el cine digital terminaría con la película en celuloide, con las copias y proyectores en 35 mm, abriendo las posibilidades de ver versión original, de admirar la perfección técnica de los nuevos formatos. Era un nuevo camino.

Mientras, en Europa, el final de siglo cinematográfico encontraba al fugaz cineasta polaco y por un instante francés, Kieslowski, que soñaba con la unificación europea orquestada por Zbigniew Preisner en "Tres colores: Azul". Ese ideal de libertad, después de igualdad y finalmente de fraternidad en 1994, en "Tres colores: Rojo", nos dejaba ilusionados, esperanzados, pero el Festival de Cannes prefirió otorgar la Palma de Oro de ese año a "Pulp Fiction", anticipo de la futura matraca de Tarantino. Kieslowski -sin sucesor- falleció y quedamos sin la posibilidad de su cine, mientras Tarantino entraría sin problema en el cine que gusta en el siglo XXI.

¿Había opciones para el cine en el siglo XXI? Claro. Pero sin darnos cuenta, no solo cambiaban las películas sino también los lugares de proyección, con pantallas de televisión cada vez más grandes, más horas encendidas en las casas, como un opio en el que también podía atontarse el cine, despedazarse con cortes publicitarios, con consumo y más consumo. Y las viejas salas de cine de mi infancia, gigantescas, que aún sobrevivían, iban siendo desmanteladas por poderosos cines multisalas en centros comerciales invadidos de franquicias. Todo era franquicia y el cine también era franquicia.

A cambio, el nuevo sistema digital permitía rodar casi de cualquier manera. Los locos daneses del Dogma, encabezados por Von Trier y Vinterberg, daban voces advirtiendo de una rendija para otro modo de ver el cine. Siempre hay otro modo, aunque sea un camino sinuoso, de decepciones, de guerrillas. Y algunos incluso intentarían contar sus historias dentro del sistema, sabiendo de la posible putrefacción, intentando esquivarla, minimizarla.

Con la desaparición del último gran cineasta del siglo XX, Stanley Kubrick, en su película sueño, "Eyes Wide Shut" -auténtica obra maestra, quizá inacabada- marcamos la entrada en un mundo nuevo: toneladas de cine vulgar, un cine cada vez más fugaz, más del viernes del estreno (el lunes siguiente ya es agua pasada).

No veremos, los que nacimos en la parte final del siglo XX, el final del siglo XXI. No sabemos si el cine seguirá existiendo en su forma actual, pero sin duda lo hará de algún modo distinto, en otra forma artística. Pero podemos jugar a seguir buscando esas películas que nos mueven, nos convierten en cinéfilos. Esas películas no son las mejores: son mejores para nosotros porque nos representan, están hechas de la materia que representa al espectador que las ve -dándoles vida-; esas películas son nuestra vida, los instantes donde las vimos, los cines donde las vimos. Nos detenemos en ellas. Las dejamos suspendidas en el tiempo y volvemos a verlas. Hay docenas de ellas (podría escoger "La escafandra y la mariposa", "Antes del atardecer", "Los soñadores", "Hijos de los hombres", "Las horas" o cualquiera de los Dardenne ... …) pero podemos jugar a escoger diez, solo diez de las películas que vimos, que marcan nuestro paso, nuestro cine por el siglo XXI.

La úndecima fue "Diarios de motocicleta", la de "La Poderosa”, la del viaje interior. Solo quedaron diez.

Allá van esas diez... … (¡continuará!)

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