18/12/06
Cuando Creation decidía editar el primer single de cuatro jovencitos tímidos de Oxford (Mark Gardener, Andy Bell, Laurence Colbert y Steve Queralt) allá por el verano de 1989 muy pocos pensaban que comenzaba así una de las carreras más prometedoras del pop británico de la década de los 90. “Ride E.P.” suponía la puesta de largo de un cuarteto que había decidido “hacer ruido para hacernos oír”. Tras una portada decorada con melancólicas rosas se escondían cuatro sacudidas ruidosas, intentas y sobrecogedoras. Cuatro pequeñas maravillas tejidas sobre muros de guitarras venenosas, con caricias vocales y encanto juvenil. En seguida la crítica les bendice y el público participa de una veneración especial. Nacía algo más que un grupo, nacía toda una esperanza, un sorprendente viaje a lomos de historias mágicas y sumamente hermosas. “Play E.P.”, ya en el 90, contenía una joya inmensa como “Like a daydream” que les encumbra a lo más alto de los “charts” independientes británicos. Ride destacan por encima de sus compañeros de generación, se convierten en los estandartes de toda esa caterva de grupos conocidos como “shoegazers”. Pasión descarnada con guitarras nerviosas, melodías vocales encantadoras y ambientes hipnóticos que transportan al séptimo cielo. Ride son una revelación, construyen las canciones que todos necesitábamos oír en esos días, recogen las influencias que todos habíamos mamado, elaboran mensajes ariscos y cortantes, suaves y espinosos a la vez. ¡Enamorarse de Ride era tan fácil!. “Fall E.P.” explota su prolífica capacidad de empaquetar en vinilo emocionantes obras de arte sonoro.
En el tiempo que pasa desde la salida a la calle de “Going blank again” y el momento en que Ride se ponen en manos de John Leckie para grabar su tercer álbum suceden muchas cosas. Mark Gardener comienza a “disiparse” más de lo normal, entre efluvios aromáticos y noches insomnes, Steve Queralt sufre problemas de salud, y Bell, casado recientemente con la nórdica Idha, comienza a dedicar bastante tiempo a la carrera artística de ésta y, lo que es más importante, comienza a interesarse por el pop sesentero de gente como The Byrds o Buffalo Springfield. La labor compositora, hasta entonces compartida sin problemas por los dos guitarristas-cantantes, comienza a desnivelarse a favor de Andy Bell, enfriándose además las relaciones entre ambos. Así las cosas, el trabajo fruto de las nuevas sesiones supone un cambio bastante importante respecto a anteriores discos. “Carnival of light” (1994) ve a Ride guiñar los ojos al rock americano, a la costa Oeste y dar la espalda a las tormentas ruidistas de antaño. La psicodelia ácida y el pop sesentero aparecen en un disco que contiene desde pequeñas delicias acariciantes como “1000 miles” a complejas sinfonías poco inmediatas (“Birdman”) pasando por travesuras envueltas en hammond (“Crown of creation”), revisiones acertadas (“How does it feel to feel”, de Creation) o devaneos soul antaño impensables (“Endless road”). Un disco variado e interesante para una situación difícil de tensión interna continua.
Al poco tiempo editan su primer larga duración, “Nowhere”, todo un recorrido a lo largo de paisajes rebosantes de magia y perfección noise (haz la prueba, vuelve a escuchar “Dreams burn down”, “Kaleidoscope”, “Decay”, “Vapour trail”, “Seagull” o la joya semiacústica “Paralysed”). Dos tercios de “Nowhere” confirman a Ride como “uno de los mejores embajadores del sonido de guitarras de los 90”, resumía el N.M.E. al incluir el disco entre lo mejorcito del año. Un disco imprescindible en nuestra juventud.
“Today forever E.P.” sería su única entrega discográfica en 1991 metidos como estaban en una amplísima gira. Habrá que esperar hasta el año siguiente para degustar el single “Leave them all behind”, un tema de desarrollo ondulante y embriagador, donde Ride se recrean sin importarles demasiado el carácter poco comercial del tema (por excesiva duración). Con su segundo LP, “Going blank again”, Ride amplían su punto de mira y los ambientes más fríos y oscuros se tornan luminosos y coloristas. Juguetean con la psicodelia, añaden órganos y arreglos de cuerda, dan pinceladas de melodías azucaradas, abarcan el pop más luminoso y cálido. Un trabajo abierto, amplio y pulcro. “Twisterella” es la caricia ideal que sirve para invitar a pasear por las canciones teñidas de arco iris y elegante pop que el disco encierra, y “Time machine” la excusa perfecta para no dejar de adorarlos. La gira de este álbum les trae a España en la primavera de 1992 y el concierto que ofrecen en la KGB de Barcelona aún permanece en mi memoria como uno de los más intensos y emocionantes.En el tiempo que pasa desde la salida a la calle de “Going blank again” y el momento en que Ride se ponen en manos de John Leckie para grabar su tercer álbum suceden muchas cosas. Mark Gardener comienza a “disiparse” más de lo normal, entre efluvios aromáticos y noches insomnes, Steve Queralt sufre problemas de salud, y Bell, casado recientemente con la nórdica Idha, comienza a dedicar bastante tiempo a la carrera artística de ésta y, lo que es más importante, comienza a interesarse por el pop sesentero de gente como The Byrds o Buffalo Springfield. La labor compositora, hasta entonces compartida sin problemas por los dos guitarristas-cantantes, comienza a desnivelarse a favor de Andy Bell, enfriándose además las relaciones entre ambos. Así las cosas, el trabajo fruto de las nuevas sesiones supone un cambio bastante importante respecto a anteriores discos. “Carnival of light” (1994) ve a Ride guiñar los ojos al rock americano, a la costa Oeste y dar la espalda a las tormentas ruidistas de antaño. La psicodelia ácida y el pop sesentero aparecen en un disco que contiene desde pequeñas delicias acariciantes como “1000 miles” a complejas sinfonías poco inmediatas (“Birdman”) pasando por travesuras envueltas en hammond (“Crown of creation”), revisiones acertadas (“How does it feel to feel”, de Creation) o devaneos soul antaño impensables (“Endless road”). Un disco variado e interesante para una situación difícil de tensión interna continua.
Cuando sale a la luz “Tarantula” en 1995, la situación ya ha llegado al límite. Gardener sólo participa en la composición de dos de los temas y ni él ni Bell acceden a posar juntos para las fotos de promoción. Por tanto, cuando Creation anuncia que el grupo no realizará gira del nuevo disco y posteriormente se confirma la ruptura definitiva, nadie se extraña. El nuevo trabajo, a la postre testamento del cuarteto, sigue el camino iniciado por el anterior, es decir, tintes revisionistas, ambientes retrospectivos, guitarras limpias e intensas, órganos que sobrevuelan, aires neo-hippies y ensoñaciones lisérgicas. Se consumaba así uno de los cambios más drásticos y el final anunciado de unos de los grupos más intensos y más maravillosos que han salido de Inglaterra en los últimos años. A su espalda dejaban seis años de producción que llegaron a enganchar a unos seguidores ávidos de sus propuestas, a parte de una generación que buscaba algo en la música que ellos desde el principio supieron dar. Cuatro álbumes, cuatro colecciones impecables de sueños de juventud, de deseos adolescentes, de magia y de color, cuatro piezas imprescindibles que jugaron un papel importante en la vida de muchos de nosotros. x Javier M. Carpi, 1998
1 comentario
Vuelta al pasado. Uno de mis grupos favoritos. Y para más colmo, Javier M. Carpi, qué buen tío. ¿Recuerdas aquella escapada para ver a Ride en Barcelona en la sala KGB allá por el año 92??? Conciertazo. Todavía tendré alguna foto de ese concierto, pero ¿quién sabe dónde?
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