"Mudar de piel" (Marcos Giralt Torrente) Subrayadas (189)

10/2/25

Ensayábamos cómo ser de adultos con urdimbres más estéticas que reales, y desde luego no había nada más estético que la decadencia. Por eso nuestros héroes habitaban novelas y películas especulares. Grupo salvaje, El jardín de los Finzi-Contini, El gatopardo, El desencanto; cualquier género valía si describía un mundo a punto del derrumbe y a unos personajes que preferían extinguirse antes que aceptar el cambio y salvarse.

Si la gente supiera desprenderse de lo inútil conforme crece, no haría falta quitar telarañas. Nadie sufriría al venírsele el tiempo encima. Estaríamos vacunados contra la melancolía, que, supongo, es el principal mal de la vejez.

Lo que se hace en un minuto, lo que se decide y también lo que se dice, puede durar para siempre.

A veces vale más una ausencia cuidada con mimo que una presencia a destiempo, sobre todo si el orden habitual se invierte y es la segunda la que sigue a la primera.

La culpa crea más vasallaje que el resentimiento; el resentimiento es más dúctil, más maleable, en ocasiones le basta con una palabra para sanar.

El universo es tan grande y tan amenazador, y la vida humana tan frágil, tan efímeros nuestros gozos, tan claro nuestro destino, que más vale aferrarse a lo que somos, si no es malo, y durar cuanto nos sea posible.

Había confiado en el transcurso del tiempo, pero este solo pasa y muy pocas veces repara.

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